martes, 28 de octubre de 2008

Eupalinos o el arquitecto

Un día, querido Sócrates, del mismo tema hablé con mi amigo Eupalinos.

_ Fedro -me dijo- cuanto más medito sobre mi arte, más lo ejerzo; cuanto más pienso y obro, más sufro y más me alegro como arquitecto; y más sentido de mí mismo cobro, con claridad y goce cada día más ciertos.

En mis largas esperas me extravío; de nuevo doy conmigo por las sorpresas que me causo; y mediante esos grados sucesivos de mi silencio, voy avanzando en la edificación de mí mismo; y me acerco a una correspondencia tan exacta entre mis anhelos y mis facultades, que me parece haber convertido la existencia que me fue otorgada en una especie de obra humana.

A fuerza de construir - díjome sonriente- creo que acabé constuyéndome a mí mismo.

Eupalinos o el arquitecto, Paul Valéry

2 comentarios:

Sarinha dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sarinha dijo...

“La escuela asume el reto de ser un lugar donde se aprende primeramente a mirar, a ver y a entender, a pensar , y en un siguiente paso a integrar todos los saberes en un acto creativo al que llamamos proyectar”

Cuando nacemos como arquitectos, al llegar a la escuela, empezamos a ver de distinto modo las cosas, a pensar arquitectura de forma distinta a hace unos meses. La escuela de arquitectura nos enseña cada día obras, nos descubre estructuras o geometrías que son nuevas para nosotros. Nos enseña, como bien dice Valera Ramos, a mirar, a entender y a ver arquitectura. Es la escuela, un importante tramo de la vida del arquitecto, pues es con esa base con la que nosotros podremos empezar a pensar y a proyectar

¿Y qué es proyectar? Para mi proyectar es enfrontarse a un problema, ver una solución donde solo hay espacio, hacer de la nada lo tangible, de la nada un sueño y del sueño una realidad. Pero la solución jamás es única y el proyecto te llevará a recorrer numerosos caminos, a pensar, a dibujar, a descartar, a decidir, a volver a cambiar, y en último lugar a soñar que podemos alcanzar lo infinito, lo perfecto, y que aunque nos paremos a contemplar lo que ya está pensado, seguiremos hacia adelante y cada día andaremos un paso más.
En arquitectura existen dos caminos, uno fácil que te lleva a dibujar lo que ya está dibujado, a pensar lo que está pensado, y a construir lo que ya está construido y otro más peligroso (como afirmaba Koolhas) que nos llevará a non conformarnos con lo que tenemos, a querer mejorar, querer cambiar, querer aportar algo a la sociedad; y es este último el que todo arquitecto debería elegir. El camino del proyecto es un trayecto sin final hacia lo perfecto, que seguramente será inalcanzable, pero no debemos cansarnos de ir a buscarlo.

En nuestras manos está como queremos entender el proyecto, y, en último lugar, como queremos entender la arquitectura.





“Un día, querido Sócrates, del mismo tema hablé con mi amigo Eupalinos.

_ Fedro -me dijo- cuanto más medito sobre mi arte, más lo ejerzo; cuanto más pienso y obro, más sufro y más me alegro como arquitecto; y más sentido de mí mismo cobro, con claridad y goce cada día más ciertos.

En mis largas esperas me extravío; de nuevo doy conmigo por las sorpresas que me causo; y mediante esos grados sucesivos de mi silencio, voy avanzando en la edificación de mí mismo; y me acerco a una correspondencia tan exacta entre mis anhelos y mis facultades, que me parece haber convertido la existencia que me fue otorgada en una especie de obra humana.

A fuerza de construir – me dijo sonriente- creo que acabé construyéndome a mí mismo.”

"Eupalinos o el arquitecto",Paul Valéry